Esta lamentable historia es sobre una madre australiana llamada Nicole Yarran, quien tenía sólo 32 años cuando comenzó a sentir que su cuerpo ya no respondía de la misma forma que antes. No eran cambios bruscos, pero la llevaron a consultar por el problema en el hospital de su ciudad. Lo cierto es que ella no consideró que fuera algo grave, no obstante, pensó en sus dos hijas y tomó la decisión de que era necesario descartar cualquier enfermedad que pudiera impedirle cuidarlas como ellas se merecían.
En ese minuto, los síntomas eran mayoritariamente náuseas, pérdida del apetito e hinchazón, pero el médico que la atendió fue convincente al decirle que no tenía nada de qué preocuparse.Después de escucharla, llegó a la conclusión de que no había necesidad de hacerle exámenes y le diagnosticó el Síndrome del Intestino Irritable (SII).
A pesar de que no estaba completamente convencida con la decisión tomada por su doctor, Nicole regresó a casa y siguió las indicaciones que supuestamente eliminarían los síntomas y le devolverían la energía que hace poco tiempo había perdido. Sin embargo, un par de semanas sin notar una mejoría, la joven madre buscó una segunda opinión en otro médico. De nuevo, sin practicarle un ultrasonido ni realizarle análisis de sangre, el doctor dijo que Nicole era celíaca y por lo tanto modificó aspectos de su hábitos alimenticios.
Durante ese mismo tiempo, la joven madre quedó embarazada de su tercer hijo y por supuesto fue al hospital para realizarse un chequeo rutinario. El especialista que le practicó la ecografía no podía creer lo que veía en las imágenes. Ya que eran 8 tumores del tamaño de una pelota de golf cada uno, alojados en medio de su hígado e intestinos.
Sin embargo, el cáncer de pronto se volvió muy agresivo y el tratamiento dejó de surtir efecto. Pocos meses antes de cumplir 35 años, Nicole murió en la cama del hospital.
En la actualidad, la madre de Nicole y abuela de los hijos hace un llamado a los médicos y a los jóvenes en general.
“Si el doctor hubiera escuchado cuáles eran sus síntomas y hubiese pedido un hemograma completo, al menos lo habrían detectado en 2014, porque fue el embarazo el que activó el cáncer, alimentó literalmente los tumores”, dijo Kathy Narrier a The Independent.
Desafortunadamente, durante la víspera de Navidad de 2015, a Nicole le diagnosticaron un cáncer al recto con metástasis. Inmediatamente tres días después comenzó un tratamiento que, lamentablemente, no daría los resultados que Nicole y sus hijos tanto necesitaban.
“Nicole fue una luchadora durante su calvario, se enojaba al ver lágrimas, y sí, ocultó la mayor parte de su pronóstico, y cuando se hizo evidente, ya no había tiempo de hacer nada. Estoy pidiendo ayuda para compartir la historia de Nicole para que otras mujeres y hombres jóvenes conozcan sus cuerpos y sepan cuándo hay algo que anda mal. Luchen para pedir continuamente más pruebas, pidan segundas opiniones, porque si no, puede costarles literalmente la vida, y ninguna familia tiene por qué sufrir el dolor de perder a un miembro joven”, añadió.
Es de suma importancia que el caso de Nicole sirva para evitar que las negligencias pasen cada vez más, ya que los doctores a veces pecan de confiados y es ahí cuando uno como paciente debe insistir y seguir sus instintos.