El año 1994 Jesús Romero tenía 11 años y como soñaba con ser misionero comenzó a participar en las misas como acólito, llegando hasta las iglesias de San Agustín de la Cuevas y de San Judas Tadeo, en Ciudad de México.
Ahí fue cuando conoció a Carlos López, conocido por todos como el padre Carlos.
Jesús y el padre entablaron rápidamente una relación de amistad cercana, López asistía frecuentemente a la casa del chico y según sus padre, él era un hombre de fe y una persona intachable.
El padre Carlos un día les pidió permiso para pasar un fin de semana solo con Jesús en su casa en Cuernavaca, a 86 kilómetros de ahí. Durante ese viaje comenzaron los abusos.
“Un día le pidió permiso a mis papás para que me dejaran pasar un fin de semana con él. Al anochecer me pidió que me acostara con él a pesar de que había dos recámaras más. Sentí algo muy raro el que yo fuera a dormir con un sacerdote en la misma cama. Era como si yo no pudiera compartir ese lugar, que a pesar de estar fuera de la parroquia estaba, al menos para mí, impregnado de algo sagrado. Yo me puse mi pijama para dormir pero él me dijo que eso era antihigiénico, que me lo quitara. Obedecí con mucha pena, ya que nunca había estado desnudo delante de alguien que no fuera mi mamá”.
– Jesús Romero
No tenía ningún teléfono cerca, estaba a varios kilómetros de distancia de su casa y estaba totalmente confundido por la situación, por lo que solo le quedó seguir obedeciéndole al padre. Intentó dormir, pero esto continuó:
“En la madrugada comencé a sentir que me tocaban mis partes íntimas. Desperté asustado y me di cuenta de que era él. No supe cómo reaccionar. Simplemente no lo podía creer. A lo único que me pude aferrar fue a pensar que él estaba dormido”.
– Jesús Romero
Esa fue la primera vez que abusó de Jesús, teniendo 39 años de diferencia. Desde ese momento el padre Carlos comenzó a tocarlo y besarlo, incluso obligarlo a practicarle sexo oral en la Parroquia de San Agustín de las Cuevas. Además continuaron viajando solos a la casa de Cuernavaca.
Luego de un tiempo Jesús descubrió que él no era el único niño abusado, sino que era una situación recurrente. Pero eso no es todo, porque además de aprovecharse de estos chicos, los fotografiaba desnudos o durante el acto sexual, para luego hacer circular estas imágenes en una red internacional de pornografía infantil.
Poco a poco esto se convirtió en algo bastante común en su vida:
“Pasó poco tiempo para que el sacerdote Carlos López Valdés aprovechara su posición para abusar de mí, sexual, física, espiritual y psicológicamente. El terreno fue fértil en mi contra y los abusos continuaron durante 5 años. Podría tratar de explicar todas las causas por las cuales permití que continuaran; solo mencionaré algunas palabras que lo pueden definir: miedo, culpa, confusión, misión, deuda, dolor, pérdida, y estar fuera de sí mismo”.
– Jesús Romero
Romero abandonó la iglesia, sabía que el padre Carlos era un adicto a la pornografía. Pero como todas las imágenes que él sacaba con su cámara estaban respaldadas, Jesús tomó uno de sus discos, en donde se encontraban más de 70 imágenes del clérigo desnudo o con lencería femenina, y de niños durmiendo y siendo abusados por él, además se podía reconocer que estaban en lugares bastante frecuentados por el cura.
Sanjuana Martínez, una periodísta, escribió un libro relatando los abusos de López, en donde Jesús habló sobre sus traumas de sus abusos al interior de la iglesia:
“El padre Carlos además de pederasta es pornógrafo. Su vida transcurría entre abusos sexuales, material pornográfico y Dios. Él en la mañana me masturbaba, salía, daba misa y las señoras le besaban la mano. ¿Qué pensaría él? Que es omnipotente, que nunca ha hecho mal. La misma gente fomenta a estos sacerdotes, las mismas autoridades que no hacen nada, el gobierno que lo sabe y permanece en silencio sin actuar”.
– Jesús Romero
Durante 1994 y 1999, había al menos dos obispos que conocían las prácticas extrañas del padre Carlos y cuando el caso por fin se supo, los obispos consiguieron las pruebas necesarias, las fotografías.
Había alguien que las había hecho circular.
Los dos obispos le enviaron una carta a Lopez para que se internara en Casa Damasco
Esta casa es una de las tres viviendas mexicanas para que los hombres de fe “curen o traten” trastornos de naturaleza sexual.
Pero Jesús no se quedó ahí, a sus 25 años finalmente decidió denunciar formalmente al hombre que arruinó su vida. Lamentablemente en ese país existen muchas trabas para poder condenar a un hombre como el padre Carlos, ya que ni siquiera las imágenes de él en pleno acto sexual bastaron para encarcelarlo.
Diez años se demoró en cerrar el caso, pero durante ese período jamás le prohibieron a Lopez que dejara sus labores en la iglesia, por lo que continuó trabajando con niños.
Jesús actualmente trabaja como psicólogo, ayudando a personas dañadas por el abuso.
“Lo que me hizo ese hombre lo he logrado superar después de muchos años de trabajo en terapia. Pero no lo que sucedió después. Yo pensaba que era la víctima, que había sufrido abuso y violación y que todos se pondrían de mi lado para meter a un delincuente en la cárcel y alejarlo de cualquier niño. Pero no, todo se convirtió en un calvario”.
El 8 de marzo de este año, por primera vez en la historia de México, un sacerdote en activo fue condenado por violar a un menor. López, quien actualmente tiene más de 70 años, pasará 63 en la cárcel. También se investigó a los dos obispos que conocían la situación pero no lo denunciaron a las autoridades.
A Romero le asignaron una reparación económica de 75.000 pesos mexicanos, pero él no está conforme, ya que eso solo paga el tratamiento psicológico al que debió someterse muchos años, asegurando que el daño va mucho más allá.
Jesús aseguró que sus abusos fueron curados con terapia, sin embargo el calvario judicial y el encubrimiento, no.
Lo importante, según él, es que su caso se ha vuelto mediático y muchas personas le han escrito mostrándole su apoyo y contándoles sus propias experiencias.