Medio siglo atrás, en la isla Galápagos quedaban apenas dos machos y 12 hembras, por lo que su especie se encontraba en peligro de extinción. Por esta razón se necesitaba un plan de reproducción de forma urgente.
Por suerte, había un voluntario listo para aquella misión.
Uno de los pocos machos que quedaban en la isla era Diego quien, junto con su compañero, deberían aparearse lo antes posible y la mayor cantidad de veces para lograr salvar su especie.
Felizmente, todo resultó como se esperaba. Cada vez que lo juntaban con una hembra, ambos comenzaban el acto, por lo que repitieron esto con distintas tortugas por mucho tiempo.
Diego ha cumplido 100 años, y en su siglo de vida ha engrendrado más de 800 hijos. Leíste bien: 800 hijos.
El especialista Washington Tapia, del Parque Nacional Galápagos, cuenta que han liberado cerca de 2 mil tortugas en la isla y la especie ya no se encuentra en peligro de extinción. Y en un 40% esto es gracias a Diego.
“Hicimos un estudio genético y descubrimos que él era el padre de casi el 40 por ciento de los descendientes liberados en la naturaleza en Española”, cuenta Tapia.
Las tasas de extinción aumentan día a día gracias a la actividad humana, y desde 1970 las poblaciones mundiales de peces, aves, mamíferos, reptiles y anfibios han disminuido en un 58%.
Por esto, preocuparnos del medioambiente es necesario. Más allá de las acciones de Diego, que por suerte pudieron salvar a su especie, no podemos continuar maltratando la naturaleza de la forma en que lo hemos venido haciendo por décadas. El maltrato, el comercio ilegal y la contaminación son algunas de las prácticas que contribuyen a la desaparición de especies de flora y fauna en el planeta.