Brownie era un pequeño gatito recién nacido con solo dos garras en su pata derecha. Le costaba alimentarse por su tamaño diminuto y, su ahora dueña, Justina Strumilaite, pensó que no sobreviviría.
No se dio por vencida y se lo llevó a casa para cuidarlo y dale todo el amor que se merecía.
Al principio Brownie se veía como una mata de pelo café muy sucia. Luego comenzó a subir de peso y su cabello se veía cada vez más y más sano.
Amor, comida y unos buenos baños hicieron una gran diferencia en su vida.