Cuando le damos la bienvenida a un nuevo miembro de la familia, es lógico que exista un proceso de adaptación entre padres e hijo, y no es un secreto para nadie, que estos tiempos son de adaptación y de conocerse mutuamente, pues es necesario que tanto padres como bebé, se acostumbren a los cambios, como el amamantamiento, los horarios de sueño, malestares del bebé, cambio de pañales, etc.
Lo más lógico, es que durante este proceso de adaptación el niño duerma en la misma cama con sus padres, ya sea por la comodidad para amamantar al bebé o simplemente para tener al niño cerca para ver cómo está o estar pendiente de cuando despierte.
Pero, una práctica que suele ser muy común, es acostumbrar al niño a dormir en la cama de sus padres, mientras va pasando el tiempo y cuando los padres menos se lo esperan, el niño ya está acostumbrado a dormir en medio de los dos. Otras veces, suele ocurrir que el niño se acostumbra a llorar en medio de la noche y finalmente, termina acostándose con sus padres de igual manera.
Lo más increíble es, cuando el niño llega solo a hurtadillas en medio de la noche, y se meten en la cama de sus padres, e incluso, otros niños que hacen todo un chantaje emocional para no dormir en su propio cuarto.
Es que, este proceso de transición no para nada fácil, no tan solo para el niño, sino que también para los padres pues, aunque muchas veces se sienta bien y agradable dormir todos juntos en familia, a la larga puede llegar a ser perjudicial para la privacidad del matrimonio y para el desarrollo del niño.