La historia cuenta que una pareja de ancianos vivía en una pequeña casa en lo alto de la colina. Se habían enamorado cuando eran muy jóvenes y, a pesar de todos los problemas, habían salvado su amor durante muchos años. La pareja llevaba felizmente más de 50 años. Vivían en la pobreza; sin embargo, la pareja estaba agradecida de que se tuvieran el uno al otro.
Una vez a la semana, el hombre y la mujer se sentaban junto a la chimenea y compartían un delicioso pedazo de pastel de cereza. Era su pastel favorito y el único lujo que podían permitirse. Pero algo muy extraño sucedía cada vez: el marido sólo se comía la corteza del pastel, mientras que su esposa prefería el relleno.
Un invierno, el marido enfermó; su enfermedad era tan severa que no sobreviviría. Fue un momento terrible entonces, el hombre decidió decirle algo muy importante a su esposa: “Todo lo que quería hacer con mi vida era hacerte feliz. Espero haberlo logrado. Y, querida, no te enojes conmigo, pero te he estado mintiendo todo este tiempo”
Por supuesto ella se sorprendió y no entendía el por qué. Pero el anciano continuó: “Bueno … lo que pasa es que no me gusta mucho la corteza de los pasteles” La mujer se quedó sorprendida y le preguntó por qué lo hizo todos estos años. El esposo respondió: “Me hacía más feliz darte ese pequeño gusto”.
Se miraron y sonrieron. Entonces la mujer dijo: “Somos tal para cual. Todos estos años he estado tratando de hacerte feliz diciendo que me encanta el relleno… cuando de hecho prefiero la corteza”.
Sin duda alguna esto es lo que significa amar incondicionalmente sin egoismos.
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