Hace algunas semanas, dos casos en Inglaterra y Escocia, se hicieron conocidos en todo el mundo gracias a la cobertura de los medios, y denunciaban a una mujer que tenía a 38 perros sin agua y caminando entre sus propias fecas y charcos de lodo; y a dos hombres que fueron vistos dando agua a un sin número de cachorros que eran sacados de pequeñas jaulas.
Ambos casos fueron llevados ante la ley, y las autoridades locales se hicieron cargo. La verdad es que no fue el mejor momento para que fuesen descubiertos, ya que el ambiente, en general en el mundo, está muy tenso debido a la búsqueda de establecer leyes que protejan la dignidad de los animales domésticos y eviten su comercio.
Es el caso del Reino Unido, donde una nueva ley, a la que bautizaron con el nombre de Lucy, fue aprobada con velocidad en el Parlamento.
Sin ir más lejos, las tristes imágenes de cachorros enjaulados que eran sacados apenas un par de minutos al día y que fueron compartidas casi 55.000 veces en redes sociales, sumadas a las de una mujer a la que le prohibían de por vida tener mascotas, porque sus perros, con los que comerciaba, incluso morían debido a las malas condiciones en las que ella los tenía, hoy el Reino Unido se ha convertido en uno de los primeros lugares en el mundo en prohibir el comercio animal.
La nueva ley, pensada principalmente para cuidar la integridad y dignidad de los animales que son comerciados en contextos hostiles, exige directamente que la persona que cría al cachorro sea quien lo venda.
Aparte de proteger la integridad animal, la ley Lucy también espera poder evitar las malas prácticas de los criadores, pues de acuerdo al Daily Mirror, además de ser común que los cachorros estuvieran en pésimas condiciones de vida, también lo era el que las personas que tenían a las madres de las crías no eran quienes hacían los tratos directos de los compradores.
Los cachorros, maltratados y confundidos, pasaban a manos de un tercero que se los llevaba para ser mostrados en un entorno aparentemente limpio y seguro. De esa forma, generaba confianza en los compradores y adquirían al animal prácticamente sin más.
Sin embargo, la Ley Lucy no no sólo prohíbe que los cachorros sean vendidos de una mano ajena, ahora el criador y comerciante de las mascotas, también deberá someterse a estándares de sanidad y calidad de vida del animal. El clima por la nueva medida, en general, es de celebración.
La Ley Lucy ha provocado mucha alegría entre los dueños de animales rescatados y en los grupos animalistas. Se piensa que esto también ayudará a dar visibilidad sobre los problemas que acarrea la crianza poco ética de animales, y que las personas se motiven a adoptar.
De acuerdo a Linda Goodman, uno de los principales rostros del grupo Cuidado y Respeto Incluyen a Todos los Perros, que estuvo apoyando fuertemente la campaña de la Ley Lucy: “Este es un enorme cambio para el bienestar animal. Si las personas insisten en comprar cachorros, a pesar de nuestros centros de rescate copados de hermosos, saludables y amorosos perros que podrían adoptar, ahora ellos mismos deberán ir a conocer al criador, y ver cuál es el estado de la madre de esos perros”.
Si bien en algún punto se pensó que esta sería una medida controversial, lo cierto es que se ha celebrado en medios y entre los mismos miembros del parlamento, veterinarios, periodistas y personalidades del mundo del cuidado animal.