Hace unas décadas atrás se podía ver cómo las mujeres iraníes estudiaban en las universidades, eran científicas o disfrutaban de vida practicando deportes y vestidas con la moda occidental, en general, seres humanos en plenitud de derechos y libertad.
Sin embargo todo desapareció el año 1979 con la llamada “revolución”. Los fundamentalistas tomaron el poder y decidieron arbitrariamente que la mitad de la población no sería siquiera considerada persona. Las mujeres protestaron en las calles y gritaron en contra de la destrucción de sus derechos, en contra de la imposición islámica de hijabs, nikabs, chadors o burkas, pero lamentablemente nada se pudo hacer.
Los velos islámicos son solo la parte más visible de la injusticia a la que han sido sometidas las mujeres de ese país, manteniéndolas en un estatus de semiesclavitud.
Luego de 40 años, algunas mujeres están alzando la voz a través de las redes sociales para visibilizar su situación que estaba casi olvidada. Muchas se suben a muros, monumentos o fuentes y agitan su pañuelo en alto para que todos las vean, como un acto de valor mientras son grabadas y las imágenes recorren el mundo.
Esto genera fuerza y confianza entre ellas mismas para atreverse y desafiar a quienes les imponen utilizar una tela para cubrirse al salir a la calle.
A pesar de todo las mujeres que se atreven a hacerlo son perseguidas, encarceladas o castigadas a latigazos, en pleno siglo XXI.
Muchas activistas denuncian la llamada “policía de la moralidad”, hombres y mujeres que vigilan este tipo de transgresiones e insultan, agreden y golpean a las mujeres que se atreven a romper el código de vestimenta.
En un video grabado hace algunos meses, se puede ver cómo una mujer es agredida por otras mujeres en plena calle por no llevar bien puesto el hijab. La activista Maish Alinejad comparte este tipo de videos en su cuenta de Instagram y es la responsable de la campaña #MyCameraIsMyWeapon.