Ella es Naila Amin, una joven estadounidense que usaba ropa occidental, era alegre, su sonrisa era contagiosa y deseaba ser policía cuando grande.
Pero su vida dio un vuelco inesperado cuando cumplió los 15 años. A esa edad la estaban enviando a Pakistán para ser casada obligada y vivir atrapada en un lugar donde no quería estar.
Cuando llevaba 10 días de casada, se quiso rebelar escapando y buscando salvar su vida.
Era enero de 2005 y en la calle no habían muchas mujeres esa tarde. Naila empezó a caminar más rápido al ver que los hombres la observaban sospechosamente. La chica llevaba un vestido nupcial rojo y sus manos todavía estaban pintadas con henna. Les llamó la atención que no estuviera con su esposo a su lado.
Buscó en un hotel que le pasaran una habitación para evitar ser observada pero se lo negaron al no ir con un hombre junto a ella.
Se sentía sola y desprotegida. No tenía muchas opciones ni tiempo, así que pensó que lo mejor era tomar un taxi e ir a otra ciudad cercana y llegar a la embajada de Estados Unidos para buscar ayuda. Sabía que los hombres de su familia la estaban buscando y que su padre tenía la pistola lista.
La decisión de Naila de arrancar de un matrimonio forzado con su primo de 28 años significaba una deshonra a la familia y una muerte segura.
Finalmente, Naila no tomó el taxi porque sabía que debía explicarle al taxista que la embajada de los Estados Unidos y, si una mujer decía algo así en Pakistán, significaba algo muy peligroso.
Nabila estaba en una región donde los estadounidenses son secuestrados con frecuencia por lo que no sería tan sencillo llegar hasta la embajada.
Se compró una chal e intentó mezclarse entre la multitud de un mercado. Decidió llamar a un tío al que le tenía confianza.
Su tío la llevó de vuelta a la casa de su esposo mientras le rogaba que llamara a Servicios de Protección Infantil de Estados Unidos si algo le llegara a pasar. Él le dijo que todo estaría bien con su familia y su padre estaba encerrado en una habitación mientras se calmaba un poco.
Llegó su esposo con una pistola en la mano. Golpeó a Naila y acusó a su tío de cómplice. El hombre indignado llamó a a los Servicios de Protección Infantil de Estados Unidos.
Lamentablemente, el gobierno de ese país no podía intervenir ya que se trataba de un matrimonio legalmente en otro país. Naila quedó a mercer de su esposo esa noche.
Ahí fue que frente a sus suegros y a su suegra, el hombre la agarró del cabello y la arrastró por todos lados mientras la madre de Naila imploraba piedad para su hija.
Su marido era psicólogo, así el maltrato no fue solamente físico sino mental. pues él era psicólogo. La obligó a mentir, estar desnuda en medio del frío y le decía que su cuerpo era de él. Además, su pasaporte y celular se los dejaba bajo llave.
Todo hizo que Naila se diera por vencida. Empezó a odiar todo, sobretodo las tardes porque sabía que a la noche debía dormir con él.
Hubo ocasiones en que observaba por horas al rifle que había colgado en la habitación ideando planes donde su esposo terminaba muerto pero dice que nunca tuvo el valor para hacerlo. En una ocasión, decidió beber cloro, pero no fue suficiente para matarla.
A los cinco meses de matrimonio, los padres de Naila regresaron a Estados Unidos. Al pisar suelo estadounidense, su madre fue arrestada por secuestro: se había llevado a Naila fuera del país cuando ya no era considerada su representante ante la ley.
Su padre tuvo que pedirle al esposo de Naila que la devolviera a Estados Unidos. Ella estaba en shock cuando habló con su padre por teléfono.
En el aeropuerto, su esposo la agarró con fuerza para advertirle que debía dormir únicamente en su casa y no tener ninguna relación con otra persona mientras estuviera en Estados Unidos. A ella le dio lo mismo y pensó: “Nunca te volveré a ver”.
Cuando llegó a Nueva York, el piloto solicitó que nadie se levantara de sus asientos hasta que un equipo de 20 oficiales, donde habían trabajadores sociales y personal de Servicios de Protección Infantil, se la llevaron.
Fue llevada a un centro médico donde fue revisada por un equipo médico.
Al día siguiente , fue el mejor día de su vida. Pudo sentir que era feliz de estar viva y lejos de él. Han pasado 10 años y Naila ahora observa desde la ventana de la casa de sus padres.
También sufre de estrés post traumático y ataques de ansiedad acompañados de recuerdos. Unos de los más fuertes ocurrió hace un año donde en medio de su ataque le gritó a su madre: “¿¡Por qué permitiste que esto me pasara!?”
En estos 10 años desde que la mujer volvió a los Estados Unidos, es la primera vez que no recuerda el aniversario de su matrimonio. Sigue en terapia buscando superar el trauma provocado y, luego de mucho tiempo tuvo el valos de hablar con ex esposo:
Ella cuenta que “Lo saludé y hubo una pausa muy larga, sólo pudo responder a mi saludo con voz muy baja. Le pedí disculpas por haberle roto el corazón, pero le dije que si me hubiera tratado con amor a lo mejor me habría podido enamorar de él, pero fue muy malo conmigo”.
Le contó que está estudiando psicología y él le dijo que eso era bueno. La conversación duró apenas dos minutos pero fueron suficientes para que Naila pusiera todo en perspectiva.
“Él me robó parte de mi alma, es algo que nunca podré recuperar, pero ya lo perdoné, debo soltar antes y luego perdonar. Incluso le damos poder a esas personas cuando no las podemos perdonar” cuenta.
En enero, sus padres volvieron a Pakistán y su padre creó un hospital para los pobres. Él le pidió a su hija que fuera a verlos pero está reticente a volver. “Puede ser una vez que me gradúe”.
“Mis padres me pidieron perdón y yo ya lo hice. Espero que mi historia pueda servir de inspiración para todos aquellos que hayan vivido o viven en situaciones difíciles. Espero que también tengan un final feliz, lamentablemente, muchos terminamos con enfermedades mentales, depresión o incluso muertos”.
Ahora Naila quiere ir al Molly College para sacar su maestría en trabajo social y especializarse en matrimonios forzados.