Actualmente pensamos en el consumo como algo que nos afecta solo a nosotros. Nuestro razonamiento a la hora de comprar cosas, es que la única consecuencia será económica, como si no hubiese nadie más que un comprador y la marca.
Pero, ¿qué sucede cuando ese consumo afecta a los otros directamente? En 1996, se destapó un secreto importante en Estados Unidos sobre el trabajo infantil: un reportaje aseguraba que el calzado deportivo de la famosa marca Air Jordan, era hecho por niños taiwaneses de 11 años. Todos trabajaban por 14 centavos la hora. Durante ese año, el precio promedio por un par de tenis de esa marca era de 125 dólares.
El fenómeno social de Jordan estaba en uno de sus puntos más álgidos y el reportaje dividió fuertemente a los fanáticos de la marca. Tanto así, que en algunos lugares y a ciertas horas determinadas, se reconoció como un peligro vestir un par de zapatillas que tuvieran al basquetbolista abierto de piernas.
Más de 20 años después, algo muy parecido está sucediendo en la República Democrática del Congo.
Este es un país al que los principales productores de artefactos tecnológicos le han puesto el ojo, debido a los enormes yacimientos de cobalto, un subproducto del cobre y el estaño, que ha resultado ser indispensable para poder fabricar baterías de litio las que son utilizadas en teléfonos celulares, laptops y autos eléctricos.
En Kasulu, uno pueblo del país, hombres y niños se levantan temprano y se dirigen hacia las minas artesanales. Tienen este nombre por la nula regulación que reciben y por no estar afiliadas a ninguna asociación profesional de minería. Quienes se adentran en los túneles, lo hacen con medidas de seguridad mínimas y acompañados de tan solo una linterna.
Según un informe publicado por Amnistía Internacional con el fin de visibilizar el trabajo infantil, durante el 2015 se documentaron 80 muertes a lo largo de la República Democrática del Congo debido a la precaria seguridad minera, pero según los residentes y trabajadores de las minas, hay un número importante de personas que murieron en desprendimientos y quedaron atrapadas sin que nadie buscase sus cuerpos.
Según Lauren Armistead, funcionaria de Amnistía Internacional, el niño más pequeño que lograron ver trabajando en la mina tenía siete u ocho años. Destacó que la mayoría de los trabajadores eran adolescente y su tarea principal es recoger grava de minas industriales abandonadas, o buscar cobalto entre las piedras. Todos ellos trabajan sin cubrirse el rostro, expuestos a infecciones respiratorias que podrían llegar a ser mortales. Más arriba se abre el Lago Malo, donde mujeres y niños lavan las piedras extraídas para separar el cobalto. Reciben de uno a tres dólares por diez o doce horas de trabajo.
Después de extraído, el cobalto corre para llegar hasta las grandes empresas: el material es metido en sacos y llevado hasta un mercado clandestino. Allá, los principales compradores son empresarios chinos. La mayoría compra para la multinacional Huayou Cobalt, quienes purifican y envían el cobalto a otras zonas de China y Corea del Sur. Una vez ahí, se elaboran las baterías de litio. Éstas son empacadas y listas para ser llevadas a grades compañías de Japón, toda Europa y los Estados Unidos.
La situación de la República Democrática del Congo es aún más difícil de lo que parece. En el llamado Cinturón de Cobre, se encuentran los yacimientos de cobalto más grandes del mundo (cerca del 50% del total del mundo se encuentra ahí), y el material ha aumentado su valor en más de un 100% desde el 2016 hasta ahora (una tonelada cuesta 60.000 dólares). Según Indo Siyamend Al Bazari, geólogo de la Agencia Alemana de Recursos Minerales, una entidad encargada de vigilar la oferta y la demanda de productos minerales básicos a lo largo del mundo, el auge del cobalto se debe, principalmente, a la movilidad eléctrica y se estima que continuará subiendo.
En cuanto a la posibilidad de boicotear las minas artesanales para que éstas cierren, las opiniones también están divididas. De acuerdo a las declaraciones de Lauren Armistead, también hay un peligro en su cierre inmediato:
“No tienen otra alternativa. Boicotear ese cobalto del Congo tendría graves consecuencias y les hundiría aún más en la pobreza”.
Después de la publicación de informe de Amnistía Internacional, la República Democrática del Congo contrajo un compromiso para lograr erradicar el trabajo infantil del sector minero para el 2015. Sin embargo, hay un clima de hostilidad por la duda ante el cumplimiento de la promesa. Según Seema Joshi, responsable de empresas y Derechos Humanos en Amnistía:
“Este compromiso podría significar un paso importante hacia la erradicación de la lacra de que haya niños de tan solo siete años trabajando en las minas. Si se cumple, las futuras generaciones de niños y niñas congoleños no pasarían su infancia extrayendo materiales para nuestros teléfonos inteligentes y automóviles eléctricos en condiciones de oscuridad, suciedad y peligro”.
“Es una noticia alentadora, pero ahora la clave está en cómo ese compromiso se pone en práctica. Promesas gubernamentales anteriores de abordar el trabajo infantil se han quedado en nada. Estaremos muy pendientes para asegurarnos de que este último compromiso no es un espejismo más para la infancia en la RDC.”
Otra cosa sobre la que se está poniendo atención, es que las actividades mineras congoleñas también comiencen a regular la extracción del mineral. Según el geólogo Sebastian Vetter, quien ha estado trabajando para la extracción responsable de recursos, es necesario que las mineras artesanales cierren acuerdo de concesiones con las cooperativas mineras registradas. Así se regulará inmediatamente el trabajo infantil y se establecerán estándares sociales para el resto de sus trabajadores. Además de esto, se espera que el cobalto puede entrar en la Cadena de Comercio Certificada, un sello en el que Vetter ha estado trabajando para la adquisición ética en la compra y venta de minerales y la extracción responsable de recursos. Por ahora solo incluye al oro, tántalo, estaño y wolframio.
En cuanto a las empresas de artefactos electrónicos, Armistead declara que, desgraciadamente, no puede hacerse nada. Ellos se rigen por la Cadena de Comercio Certificada, y aseguran que mientras el cobalto no figure en esta lista, ellos no tomarán ninguna iniciativa.
A pesar de que las medidas han comenzado a tomarse y algunos distribuidores mundiales aseguran estar preocupándose de que la nociva cadena de extracción del cobalto se convierta en un proceso más ético, se espera que la infancia pueda recuperarse en la RDC.