Solemos sorprendernos bastante cuando los animales muestran signos de sentir emociones, lo que refleja la sesgada imagen que tenemos de las capacidades sensitivas de las especies con las que compartimos planeta.
Incluso hoy en día, hay mucha gente que piensa que los animales son sólo un conjunto de instintos básicos, y que actúan entre sí de forma casi mecánica. Pero existen cada vez más estudios que evidencian la empatía y la conciencia animal.
Por tanto, negar los sentimientos de los animales es ya evidentemente tener una visión atropocéntrica, donde el ser humano es considerado el centro de todas las cosas. Es una postura cómoda a la hora de aceptar las barbaridades que cometemos con el mundo animal: desde la caza y el mundo del espectáculo hasta la cruel industria cárnica.
Pese a que el debate ético es uno bastante complejo, hay cada vez más personas que está en contra del uso de animales como entretenimiento, ya sea en espectáculos o en actividades turísticas. Y, con razón, esas personas se llevarán las manos a la cabeza con la historia que te mostraremos a continuación.
Un mono capuchino reacciona emocionalmente cuando se reencuentra con su cuidador, a quien no ha visto desde hace un año.
El primate, que pertenece a una de las especies más inteligentes de su género pues usan herramientas y tienen sentido de la equidad, reacciona tan emocionalmente como lo habría hecho con cualquier otro miembro de su misma especie. Y es que este ejemplar perteneció toda su vida a una compañía circense y toda su vida ha dependido de los humanos.
Estos monos son muy sociales pues viven en comunidades de hasta 40 individuos. En ellas, generan vínculos emocionales y guardan en su memoria a los miembros importantes de su comunidad que van perdiendo. Por ello, imágenes como éstas impactarán a cualquiera que acepte la verdad: los animales son eres sintientes con emociones no tan distintas de las humanas.
Y usarlos para nuestra entretención es tan cruel como los zoológicos humanos del siglo XIX.