Conforme el tiempo pasa, la ciencia avanza y las soluciones médicas que antes creíamos imposibles ahora se vuelven reales.
El aprendizaje y la experiencia ha enseñado a la medicina que un diagnóstico jamás podrá predecir de forma certera el destino de un paciente. Sobre todo si la situación gira en torno a un embarazo múltiple.
Hacer un diagnóstico de estos casos siempre es complicado ya que depende de la situación y condición de cada paciente. Buscar coincidencias que permitan generar un contraste o una base de estudio consistente para estas situaciones representa un complejo desafío para cualquier médico ya que, básicamente, si no se atiende con cuidado al paciente, las consecuencias de una negligencia serán un importante factor de peligro tanto para la vida de la madre como para los bebés en gestación.
A partir de esto, cuando se trata del nacimiento de siameses (uno de los casos neonatos más peligrosos y complicados de supervisar), los imprevistos están a la vuelta de la esquina… sobre todo cuando hay órganos vitales comprometidos. Por si esto fuera poco, esta delicada situación se puede tornar aún más complicada cuando en vez de tratarse de dos bebés, son tres pequeños seres humanos los que vienen en camino.
Así de difícil fue el caso médico de las hermanas Macy, Mackenzie y Madeline. Trillizas que al nacer, debieron enfrentarse a la cruda realidad en la que dos de ellas, Macy y Mackenzie, eran siamesas y compartían órganos entre sí. Su situación fue tan particular que, de hecho, son uno de los únicos dos casos de este tipo que se conocen en el mundo.
A su corta edad, además de la fuerte exposición mediática que vivieron, también se enfrentaron a la dolorosa experiencia de ser abandonadas por sus padres debido a su complicada situación física.
“Dos de las niñas, Macey y Mackenzie, nacieron como gemelas siamesas, una condición tan inusual que únicamente existe otro caso documentado en todo el mundo”.
Para nadie era un secreto que su crítica condición representaba un riesgo constante para ellas y su madre. Por eso, cuando las niñas nacieron su condición era crítica y su salud representaba un serio riesgo para su existencia. En su mayoría, todos diagnosticaron que sus probabilidades de vida eran bajas, prácticamente nulas.
Es por esto que los padres biológicos de las pequeñas no dieron a basto y optaron por darlas en adopción. En su momento, explicaron que no contaban con la capacidad económica ni emocional para lidiar con la situación de sus hijas. Por eso, mientras se esperaba que una familia pudiera acoger a las niñas, los médicos continuaron luchando por salvar sus vidas.
Muy pequeñas para recordar lo vivido, sus cuerpos fueron forzados a ingerir una gran cantidad de medicamentos, sondas, cables y una serie de otros procedimientos cuyo único objetivo era mejorar sus condiciones físicas y evitar que sintieran dolor mientras se buscaba una solución que lograra estabilizar su condición.
En ese contexto, corriendo tras el reloj, apareció la pareja conformada por Darla y Jeff Garrison que, pese a no contar con los exagerados recursos económicos que se necesitaban. Y que, además, ya tenían tres hijos propios, no dudaron por ningún instante asumir el cuidado de las niñas para así poder cambiar su vida.
Con el corazón lleno de esperanza y amor, los amorosos padres lograron recaudar el dinero suficiente para financiar la operación que separaría los cuerpos de Mackenzie y Macy. Su objetivo era dar un giro a la vida de las pequeñas y lo lograron.
Su tenacidad fue el elemento que ningún diagnóstico médico había considerado y con eso se enfrentaron a todos los obstáculos que se les presentaron.
De esta forma, las niñas entraron a pabellón y tras 24 laboriosas horas de cirugía, fueron exitosamente separadas a sus 9 meses de edad.
Un nuevo capítulo se abrió en sus vidas y desde entonces, aunque la recuperación tomó su tiempo, todos los resultados fueron satisfactorios.
Como resultado de la intervención, para evitar daños mayores, cada una de las niñas quedó con una sola pierna, situación que pudo ser corregida gracias a una prótesis personalizada que se acompañó de intensas sesiones de fisioterapia. Conforme el proceso de adaptación seguía su curso, poco a poco lograron desarrollar una musculatura que les permitiera caminar por sí mismas.
Los años fueron pasando y aunque la familia vivía como tal, tuvieron que esperar un tanto para oficializar la adopción y conseguir los papeles legales.