Un arquitecto español transformó completamente una fábrica abandonada que databa de la primera guerra mundial, y el resultado ha fascinado a todo el mundo.
Ricardo Bofill, un arquitecto posmodernista español, halló una fábrica de cemento abandonada desde 1973 y la transformó en un increíble hogar y lugar de trabajo.
Lo más increíble, además del resultado, es su capacidad de ver el potencial de este edificio que -sumada a su desbordante creatividad- convirtió a esta construcción desolada en algo mucho más bello.
El estudio de arquitectura de Bofill lleva su nombre y posee prestigio internacional en este campo, además del diseño y la planificación urbana.
Su oficina central se encuentra en Barcelona, donde fue fundada en 1963 junto a músicos, poetas, fotógrafos y -por supuesto- arquitectos que buscaban cambiar la arquitectura mediante investigaciones y buscando alternativas de viviendas sociales.
EL arquitecto dijo lo siguiente sobre el proceso de recuperación del edificio:
Encontramos enormes silos, una chimenea, cuatro kilómetros de galerías subterráneas, salas de máquinas en buen estado… Esto ocurría en 1973 y fue nuestro primer encuentro con la Fábrica de cemento.
La Fábrica de cemento, que data del primer período de la industrialización de Cataluña, se construyó en diferentes etapas, con una serie de ampliaciones a medida que las distintas cadenas de producción lo requerían. El resultado formal estaba definido por una serie de elementos estratificados, un proceso heredado de la arquitectura vernácula aplicado a la industria.
Recorrimos la Fábrica con una visión caleidoscópica, imaginando futuros espacios y descubriendo que en ese lugar coexistían los distintos movimientos artísticos y visuales que se habían desarrollado desde la Primera Guerra Mundial.
- El Surrealismo, en sus escaleras paradójicas que no conducen a ningún sitio; la absurdidad de algunos elementos colgando sobre espacios vacíos; enormes espacios inútiles de proporciones extrañas, pero mágicos por su tensión y falta de proporción.
- Abstracción en sus volúmenes puros, que aparecen muchas veces rotos y brutos.
- Brutalismo en el tratamiento abrupto y las cualidades escultóricas de los materiales.
Seducidos por las contradicciones y la ambigüedad del lugar, decidimos quedarnos con la fábrica, y modificando su brutalidad original, esculpirla como una obra de arte.
¿Qué te parece la transformación lograda por Bofill y su equipo?