Bhatnagar cuenta la historia de Raju, quien, al igual que muchas de especies, deben sobrellevar el infierno que causa el auge de turistas en el Sudeste Asiático:
“Raju pasó medio siglo trabajando con los tobillos rodeado por cadenas y pinchos que le penetraban la carne y la violencia recibida le han causado heridas crónicas y artritis. Tenía abscesos y heridas en las uñas, intentaba esquivar el hambre comiendo papel y plástico”
Existen muchas actividades que parecen ser una obligación al momento de viajar al sudeste asiático , como por ejemplo montar un elefante, fotografiar a un mono o acercarse a un tarsio.
Admirar un paisaje completamente distinto al que acostumbran nuestros ojos y explorar una fauna ajena a nuestra realidad se convierte en un verdadero paraíso que de alguna manera necesita ser inmortalizado por medio de una fotografía o un vídeo. Es en este escenario que las redes sociales en una verdadera necesidad a la hora de exhibir los detalles de nuestro viaje, no obstante, somos pocos estamos conscientes de lo que esconde el egoísmo de una foto para el recuerdo.
Los meses cálidos suelen ser aquellos que traen mayor cantidad de turistas, hecho que acrecienta la explotación de animales que se encuentran al servicio de quienes pagan altas sumas de dinero por montarlos, tocarlos, acariciarlos y en definitiva, hacer de sus vidas una miseria .
¿Esto se hace de forma inconsciente? ¿Sabemos lo que viven los animales que posan con nosotros para la foto?
Es común no considerar en o absoluto todo aquello que supera o no es acorde a la naturaleza de un animal, al momento de viajar. Todo lo que tenga que ver con posar con animales está directamente ligado a la explotación, al maltrato y al sufrimiento animal.
Por supuesto que sin tener plena consciencia de ello, hemos sido las personas quienes hemos permitido que el comercio que rodea a un animal “exótico” perdure durante el tiempo y que cada día sean más y más los animales que son destinados a la entretención del ser humano.
Una vida de esclavitud
Bhatnagar, quien en el 2014, junto a personal de la organización “Wildlife SOS”, realizó el heroico rescate de Raju (registrado en vídeos que recorrieron el mundo) continúa:
“Raju pasó medio siglo trabajando con los tobillos rodeado por cadenas y pinchos que le penetraban la carne y la violencia recibida le han causado heridas crónicas y artritis. Su rescate fue muy emotivo para todo el equipo, él sabía que le estaban poniendo en libertad y echó a llorar. Tenía abscesos y heridas en las uñas, intentaba esquivar el hambre comiendo papel y plástico”,
Hoy en día y en el marco del “Fondo Mundial para la Naturaleza”, se estima que quedan entre 40.000 y 50.000 elefantes en el mundo, mayoritariamente en India, cifra que significa menos de la mitad de los 100.000 ejemplares que existían a principios del siglo pasado
Al parecer, es muy llamativo para el ser humano posar con animales para fotografías, pues existe un auge en el turismo en lugares en donde hay especies exóticas o llamativas, lo que ha desencadenado que éstos sean puestos a disposición de los visitantes. Si a todo eso le sumamos la escasa educación en las culturas más pobres en oriente, se acrecenta el problema sobre los animales y éstos pierden su valor histórico y patrimonial, generando su extinción.
A pesar de que el elefante representa una divinidad religiosa, la mayoría de éstos encuentran la muerte de las peores formas.
Existe una proliferación de cazadores furtivos que los ha forzado a dejar sus entornos naturales y a desplazarse hacia las grandes ciudades, en donde son forzados a realizar trabajos físicos, exhibiciones, actividades dirigidas a turistas y a mendigar por comida durante días.
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Las estimaciones, calculan que en un sigo más, las futuras generaciones sólo conocerán a los elefantes por antiguas imágenes que guardan las organizaciones en sus sitios web. Un mundo entero se lamentará ante la pérdida irreparable de la especie.
En la actualidad, en medio de estamentos jurídicos que sólo protegen el patrimonio económico del hombre, somos nosotros los encargados de su protección al decir NO a toda actividad turística que involucre animales.
Conscientes o no de la realidad que sufren elefantes y un sinfín de especies, los turistas continúan vanagloriándose por la fotografía que los muestra montando a un elefante.
Un reflexión no menor es que como sociedad, hemos llegado a un punto en el que el reconocimiento social vale más que una vida, hecho que desencadena que muchos de los que cometen crímenes en contra de los animales decidan continuar con ellos.
Esta escena es muy triste, pues representa lo inocentes que pueden llegar a ser a pesar de su gran tamaño, ya que si todos los elefantes aplicaran su gran fuerza, lograrían aplastar sin dudarlo a sus captores, saliendo de circos, zoologicos y tours que sólo logran someterlos y quitarles la libertad.